El bienestar animal es un factor que se debe tener muy en cuenta, ya que influye de manera importante en los índices productivos de las aves.
Parece que cuando en avicultura de carne hablamos del bienestar animal sea algo novedoso, de reciente aparición, pero sin embargo, llevamos preocupándonos del mismo desde siempre.
Sin duda es un factor que influye de una manera importante en nuestros índices productivos, y además existe un reglamento por el que se establecen las normas mínimas para la protección de los pollos destinados a la producción de carne (Real Decreto 692/2010, de 20 de mayo), que debemos cumplir.
Pero, ¿cómo definimos “bienestar animal”? Según la AVMA, son “todos aspectos que incluyen el alojamiento apropiado, el manejo, la alimentación, el tratamiento y la prevención de enfermedades, el cuidado responsable, la manipulación humanitaria, y, cuando sea necesaria, la eutanasia humanitaria”.
¿Cómo se mide el bienestar animal?
“Existen distintos factores que nos pueden dar idea del bienestar en una explotación:”
Indicadores de estrés (agudo y crónico). Generalmente son indicadores hormonales, por lo que la obtención de muestras implica una interacción con el animal, que por sí misma genera estrés.
Observando el comportamiento de los animales (ecología y etología): Los actos que llevan a cabo los animales para cambiar y controlar su medio.
Salud: problemas de patologías, heridas, etc.
Teniendo en cuenta los índices productivos/reproductivos: IC, IE, tasa de mortalidad, porcentaje de puesta, fertilidad, etc., ya que la pérdida de bienestar animal provoca perjuicios en estos índices.
Factores a controlar Los factores que se deben observar para asegurar un correcto bienestar son: Sanidad Implantar unas buenas medidas de bioseguridad y un buen plan vacunal hará que se reduzcan los problemas sanitarios en nuestras granjas. Densidad Cada explotación tiene una densidad óptima de producción, por encima de la cual los problemas aumentan de forma exponencial. Siempre hay que expresar la densidad en kg/m2. Según el Real Decreto 692/2010, la densidad máxima de población en una explotación o en un gallinero de una explotación no excederá en ningún momento de 33 kg de PV/m2 de zona utilizable. Temperatura y humedad No sólo nos interesa la temperatura ambiental, también debemos preocuparnos de la temperatura de la cama (por ejemplo, en el arranque), de la temperatura del agua, etc. De hecho, la temperatura ambiental que mide una sonda o termómetro no es la que en realidad percibe el animal, por lo que deberíamos hablar siempre de sensación térmica y no de temperatura. La temperatura dentro de una explotación depende del peso de los animales y no de su edad. Otro de los factores a tener en cuenta es el índice de estrés por calor, que es igual a la suma de la temperatura y la humedad. Cuando supera 110, las aves empiezan a sufrir por calor. Yacija y cama El material que recubre el suelo de la granja modifica las características del mismo (dureza, conductividad, humedad, frialdad, etc.) y evita la adherencia de las deyecciones a él. Debe mantenerse seca para facilitar la expresión de las conductas animales y evitar lesiones en las patas y la pechuga. Tan importante es usar una buena yacija (seca, blanda, esponjosa, aislante —con baja conductividad térmica—, absorbente, libre de patógenos y tóxicos), como en cantidad suficiente para todas sus funciones (4 kg/m2).
Ambiente
Una ventilación correcta debe eliminar el exceso de calor, de humedad y de gases nocivos y aportar suficiente oxígeno.
El origen de la contaminación del aire es la calefacción, el metabolismo de los animales, la yacija, el pienso (polvo), etc.
Las concentraciones máximas de los gases nocivos, anhídrido carbónico (CO2) y amoníaco (NH3) están reguladas por la legislación como hemos visto anteriormente; pero incluso a menores dosis de la normativa reflejada, se pueden ver afectados los índices productivos. Para poder controlar estos parámetros se hace imprescindible el uso de aparatos medidores de gases, disponibles en el mercado.
Iluminación
Tal y como contempla el anexo I del Real Decreto 692/2010, todos los alojamientos deberán disponer de iluminación con una intensidad mínima de 20 lux durante los periodos de luz natural, medida a la altura de los ojos de las aves y que ilumine al menos el 80% de la zona utilizable. En caso necesario, podrá autorizarse una reducción temporal del nivel de iluminación por recomendación veterinaria. En el plazo de siete días a partir del momento en que se deposite a los pollos en su alojamiento y hasta tres días antes del momento de sacrificio previsto, la iluminación deberá seguir un ritmo de 24 horas e incluir periodos de oscuridad de duración mínima de seis horas en total, con un periodo mínimo de oscuridad ininterrumpida de cuatro horas, con exclusión de periodos de penumbra. La legislación es clara al respecto: debemos tener cuidado con los programas de luz y la intensidad en nuestras granjas, y adaptarlos.
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